El exibicionismo

Hay en Frankfurt una exposición sobre el exhibicionismo, que, según nos cuentan algunos, ha ganado la partida a la intimidad. Internet, lo digital, el fácil acceso a la difusión masiva de cualquier mensaje ha convertido lo íntimo en algo obsoleto. Antes alguien contaba una historia o hacía una foto de una reunión solo para sus amigos; ahora, por lo visto, la gente publica sus fotos o cuenta algo para que todo el mundo tenga noticia de ello.

Me pregunto hasta qué punto no ha sido eso siempre así, cuánto ha aumentado nuestro exhibicionismo. Supongo que se trata en la mayoría de los casos de cuestión de grados. Pienso en el caso de los escritores. Hay una parte de los escritos que llamamos de no ficción, en espantoso anglicismo, y que deberíamos seguir llamando recuerdos, memorias, artículos, apuntes de la vida, o simplemente diario. Son escritos que no pretenden contar algo inventado aunque haya en algunos casos parte de ficción, por aquello del adorno literario. Hay algunos escritores, las estrellas del espectáculo literario, que les gusta exhibirse sin pudor. Se exhiben a sí mismos y a su familia. Nos cuentan sus detalles más nimios, que ellos logran convertir en íntimos, y así sabemos que a los largo de su vida estuvieron con varios cientos de mujeres en la cama, sabemos de sus esposas, aniñadas, dominantes, maniáticas, etc. Cierto es que Montaigne hablaba de sí mismo; esto era en los inicios de la Modernidad, cuando era necesario construir la subjetividad de la época, centrada en el individuo. Aquí Montaigne, en sus ensayos, fue necesario y útil. No había que mirar fuera de uno mismo, bastaba con indagar en uno mismo para ir conociéndose y conociendo a quienes nos rodean. Lo paradójico – o quizás no tanto – era que junto a ese desnudamiento en público en determinadas esferas, fueron surgiendo lugares vedados para los demás. Construimos una subjetividad abierta a los demás al mismo tiempo que protegíamos algunas zonas. Ahora, empero, los escritores exhibicionistas se desnudan sin pudor o hacen alarde de las prohibiciones que se han saltado. Pasan así de  exponerse como ejemplo de vida, en la cual la desobediencia es asunto ético, a la mera exposición superficial.

Resulta también interesante, al contemplar la exposición de fotografías, que el exhibicionismo se entiende como despliegue del cuerpo desnudo. Hay otros territorios que no queremos tocar. Una película como La lapidación de Saint-Étienne, proyectada en la última Seminci, muestra la intimidad de un anciano. Su vida cotidiana, su aseo diario, su casa – en la que solo entran su hermano y su hija – los miedos de ese anciano, el cuidado que tienen con los excrementos de su cuerpo. Esto, sin embargo, en la sociedad actual está desterrado. Nadie piensa en cuerpos decrépitos, en las sobras que generamos y quedan esparcidas por nuestra casa, ni queremos que nos pongan delante el miedo que una persona tiene ante la muerte o el asco que alguien cercano le provoca.

Nuestras fobias – las que de verdad nos paralizan – forman también parte de nuestra intimidad. Al igual que nuestros miedos, o las derrotas que sentimos. Todo eso conforma lo que Agustín de Hipona llamó intimo interior meo, pero todo eso apenas lo mostramos. Cuando hablamos de exhibición nos quedamos con la sexualidad fresca, juvenil, desinhibida y ocultamos la del anciano decrépito o lo abyecto de nuestras vidas.

Un comentario en “El exibicionismo

  1. Extimidad: la parte de nuestra intimidad que dejamos ver a los demás, o bien exhibimos -dos actitudes distintas-. Preciosa fotografía.

    El exhibicionismo que se ve en internet es publicitario: llamar la atención y poco/nada más. Resulta aburrido y memo. Satura y harta, no dialoga ni trata de hacerlo. Es solo imposición de imagen. (¿Fascismos del yoooo? -del yo tontorrón jugando a la juventud tal como la maltrata la publicidad)

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