El mirón

Saul Leiter me sorprendió días atrás, cuando fui a ver la exposición que de sus fotografías había en San Benito, al final de la espléndida fachada manierista. Algunos dirán que de lo mejor de la sala, un semisótano, es el frescor que reina en los días en que el calor agosta los parques y debilita a las personas. No creo que sea así, a no ser que uno busque la boutade. Lo mejor de la sala de exposiciones son, como no podría ni debería ser de otro modo, las propias exposiciones.

En el caso de la de Leiter, la regla se cumple. Pasé varias horas contemplando sus fotografías, la gran mayoría en color, aunque un ala de la exposición estaba dedicada a sus inicios cuando fotografiaba en blanco y negro. Lo que menos me interesó fue su época de fotógrafo contratado por revistas de moda. Son buenas fotografías, pero demasiado vaporosas para mi gusto.

Me llama la atención que muchas de la fotografías dan la idea de un Leiter mirón. Supongo que esto debe de ser consustancial a la tarea de fotografiar en la calle (si no lo es de toda fotografía, incluida la de estudio). Cuando vi “Through Boards” tuve la sensación de ser alguien que espiaba a través de los tablones a los ciudadanos que paseaban por cualquier calle de Manhattan. El fotógrafo como voyeur – aquí el barbarismo es muy apropiado – pasea por las calles de la gran ciudad, un poco al modo en que el flâneur baudeleriano o el filósofo paseante de Walter Benjamin lo hacían.

A Saul Leiter le atrae la ciudad y sus despreocupados ciudadanos que, por otro lado, le permiten unas instantáneas llenas de fuerza porque todas dicen algo. Capta Leiter a las personas en su cotidianidad y todos sabemos que esta tiene algo de intimidad aunque tenga lugar en plena calle. Da igual que sea el hombre que habla por teléfono en una cafetería mientras hace un descanso (y hay que apuntar que el teléfono es el de la propio negocia pues la foto fue tomada mucho antes de que existieran los móviles y todos tuviéramos el nuestro), e aquel otro que observa un escaparate  y nosotros lo vemos a él y a su reflejo enmarcados por el anuncio de una barbería, o ese pie misterioso que asoma apoyado en el asiento de madera de un tren de cercanías.

Es Leiter el cazador de esos momentos que no se distinguen de los demás, uno más entre varios miles de cada día y, sin embargo, logra detenerlo en su momento cumbre, cuando la carga narrativa es máxima. Son narraciones de la elipsis pero lo poco que dice abre un mundo de sugerencias en el misterio de las vidas corrientes.

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